ARTÍCULOS ORIGINALES
Revista de investigación Rodolfo Holzmann, ISSN-e 2955-8824 https://revistas.undar.edu.pe/index.php/rodolfoholzmann/article/view/8
La unidad como devenir
Unity as becoming
Susana Ferreres1
1Universidad Nacional de Tres de Febrero
Las Tradiciones espirituales de todos los tiempos y latitudes han expresado a través del arte la concepción de su mundo, el conocimiento del hombre y el universo, la cosmovisión en la que se enraíza su cultura.
Es la búsqueda que ha interrogado a la humanidad en su paso por la tierra y que se refleja, como incógnitas vivas, en la compleja configuración de sus mitos con su arte, su música y sus textos sagrados.
El arte sagrado se manifiesta en todas las Tradiciones del mundo como un arte de evocación de lo invisible a través de la transfiguración de lo visible.
Por este motivo, la concepción del arte sagrado está rigurosamente establecida en los principios y reglas que se requieren de una construcción capaz de sumergir y de proyectar al que lo contempla en esa realidad invisible, arquetípica, inasible a los ojos, a los oídos de la carne.
Estas bases son comunes en todas las Tradiciones: solo el símbolo puede traspasar las barreras de la racionalidad y reactivar los sentidos espirituales.
Y el hombre es el símbolo que incluye a toda la creación, es la síntesis y prototipo del universo, el templo a través del cual podemos acceder a esta realidad oculta pero vigente en su entramado más profundo.
La búsqueda de esta unidad consubstancial entre el hombre y la creación puede rastrearse a través de la compenetración orgánica con la gestualidad corporal característica en la ejecución de instrumentos rituales, así como en la utilización de máscaras y en las danzas sagradas de las culturas nativas, que han quedado plasmadas en su iconografía, esculturas, murales y códices.
Pero no se trata solo de acceder a un conocimiento exterior a través del contacto con estos vestigios arqueológicos, sino fundamentalmente de una relación directa, interior, con el hombre que somos hoy, que guarda como un verdadero archivo de memoria vivo la síntesis ancestral del género humano en la cual podemos reencontrar todos los estratos de nuestra historia.
Sin embargo, el hombre ha abandonado el cuerpo como lugar de conocimiento y aun cuando del cuerpo se trata, no es tomado como fuente, sino como objeto de conocimiento.
La escisión mente-cuerpo es la herida de una separación que se muestra en el esfuerzo mismo de superarla.
En apariencia el pensamiento ha “evolucionado”, la ciencia ha desarrollado su propio corpus teórico e instrumental a través de la invención de objetos exteriores, una tecnología sofisticada que sustituye las capacidades y poderes que llevamos en nosotros mismos.
La agitación centrífuga de la mente proyectada en la multiplicidad exterior nos dispara hacia un abismo, una dispersión continua hacia la disolución, hacia la nada.
Dice la Tradición espiritual universal:
El centro de la rueda reúne a todos sus rayos en unidad.
Cuanto más nos alejamos del centro original hacia la periferia no solo nos distanciamos de nosotros mismos sino también de los otros. Ya que solo el reconocimiento de lo propio nos une en el rico contraste de lo diferente como un solo cuerpo.
Así también lo expresa en su visión el Jefe Sioux Alce Negro:
…y allí estaba yo de pie. En la cumbre de la más alta de las montañas, y abajo, a mi alrededor, se encontraba el Círculo del Mundo. Veía de un modo sagrado la forma de todas las cosas en el espíritu… y la forma de todas las formas, …como si todo estuviera unido, … cual si fuera un único Ser. Y contemplé cómo el círculo de mi pueblo era uno de los muchos que componen el Gran Círculo³.
Es la plasticidad metafísica del corazón la que nos concede la disposición para reconocer la manifestación de esta unidad ontológica, sea cual sea la forma, el tiempo y el lugar donde se revele. Se hace entonces necesario un retorno al territorio interior, donde el desarrollo pueda darse en la profundización y no en la dispersión. Donde la diversidad pueda germinar del tronco de la unidad.
Este territorio, esta profundización trasciende lo espacial y lo temporal, pues es de orden ontológico. Es el hombre en su totalidad, abriéndose a una realidad que no puede abarcarse desde un aspecto de su ser y que requiere la plenitud de lo que somos, como recipiente para recibirla.
La búsqueda de sentido, la experiencia de estar vivo no puede colmarse con meros conceptos, solo se deja descubrir por una inmersión absoluta.
Este lanzamiento abismal sobre nuestras propias barreras es lo que ciertos hombres de conocimiento, chamanes de América, denominan: el salto mortal del pensamiento.
Así lo expresa el Jefe Gayle Pino Alto:
Todo está situado en el centro del universo. Tú eres el centro, el punto de mira, de convergencia de la Tierra que fluye en ti: el aire, el agua, los seres vivos que te nutren, que se funden en tu existencia. Todo se define en relación a ti.
La luna está en su propio centro, así como el pino, el peñasco, el alce o el trueno. El uno no es el otro, ni siquiera otro de la misma especie. Cada pino particular tiene su propia disposición única y sagrada de agujas, ramas y corteza. El sol, el agua, la tierra y el viento crean la forma de todos los pinos. Pero la forma de cada pino no se define ni por su similitud ni por su diferencia respecto a los otros pinos: es absoluta, no es una cosa sino un proceso; como nosotros».
Lo que caracteriza a los pueblos originarios de América es que consideran al hombre como un microcosmos, y al cosmos como un macroantropos. En ese estado de comunión el hombre ostenta los mismos poderes y misterios que el universo.
Por eso, en los procesos iniciáticos la potencia de un chamán crece de acuerdo con su facultad de escuchar y volverse un resonador cósmico por su propio sacrificio. El mito y la visión “imaginal” del creador son el filo que penetra la corteza de la racionalidad. Los forjadores de mitos fueron el equivalente de nuestros artistas. Y es aquí donde el círculo se une y retornamos a la concepción de arte y sacralidad.
Pues la función del artista es la mitologización del mundo, ya que el enlace directo con el cosmos, vivido en una sabiduría encarnada, culmina en la expresión de un arte que es, al mismo tiempo: invocación, alabanza y restauración del hombre y de la tierra.
Cuando el acto creador es la realización simultánea de pensamiento, palabra y acción, este triple misterio se plenifica y presenciamos un prodigio: el espíritu se materializa y la materia se espiritualiza.
El gesto posee el poder de la onda que emana. Determina en el cuerpo un ajustamiento de la energía, imprime una huella en el espacio que lo circunda, que opera en un campo de irradiación ilimitado.
Siendo que el fundamento de cuanto existe es una creatividad viviente, en movimiento, en devenir, cuando el gesto y el pensamiento se unen al Soplo creador, la danza, el canto, la música son el organismo del universo.
Pensamiento-Palabra-Acción: UNIDAD Intención-Lenguaje-Gesto: UNIDAD Proceso del espíritu dando forma a la materia: UNIDAD Del Creador con la creación en un solo cuerpo.
La verdadera creación es transparencia. Ella, en su sutil belleza, invita al espíritu a ir más lejos. Atrapa por un instante y no retiene celosamente nuestros sentidos; se borra, con el fin de que busquemos las cosas más elevadas que ella representa. La verdadera creación nos impulsa desde lo elevado hacia lo inimaginable... (Kovalevsky, 1990)
Referencias
Kovalevsky, E. (1990). Le sens d’un exode: de l’Orient à l’Occident, images et aphorismes. Ed. Béthanie
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